domingo, 5 de abril de 2009

EL ROSTRO DE LAS COSAS

La cámara, en la época del cine mudo, descubrió un nuevo mundo: el de las cosas minúsculas vistas desde muy cerca, el espacio de la vida en espacios limitados. Lo maravilloso del cine de aquel tiempo es, que no se limito a mostrar objetos y hechos desconocidos, no se limitó a revelar la poesía que podía haber en los paisajes en miniatura, sino que proporcionó nuevos temas. El cine comenzó a revelar las raíces ocultas de la vida conocida o que pretendíamos conocer. La cámara reveló la vida de la célula como piedra fundamental de todo lo vivo. La sucesión de los primeros planos puede hacernos ver el instante en el que “lo cuantitativo se trasforma en lo cualitativo”. El primer plano, además de ampliar nuestro panorama de lo vivo, nos ha hecho profundizar en ello. No se limita a mostrarnos objetos nuevos, sino que nos revela su significado. El primer plano nos puede revelar una mano al acariciar o al golpear, cosa que sin los primeros planos nunca prestaríamos atención. Con frecuencia este movimiento es mucho más expresivo, ya que es menos controlado, que los gestos de un rostro. El primer plano nos hacer ver nuestra sombra proyectada sobre una pared, sombra con la que vivimos sin conocerla, y nos muestra el rostro mudo. Los primeros planos en una película nos llevan a comprender hasta los motivos más ocultos de una vida de múltiples tonalidades.

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